Lo qué comemos, cuánto comemos y cuándo lo comemos contribuye en la calidad de sueño que obtenemos. Tal como en muchas otras enfermedades o padecimientos, el insomnio está íntimamente ligado con la nutrición; desde el presentar agruras o reflujo cuando uno se va adormir, tener hambre o estar muy lleno, hasta los ronquidos.
Uno de los problemas más graves son los ronquidos o la apnea del sueño, la cual empeora con la obesidad, ya que una persona obesa tiene más tejido adiposo –más grasa- en el área de la garganta la cual puede bloquear el paso del aire. Lo que ocurre es que cuando la persona duerme, el tejido adiposo de su garganta vibra y produce los interminables ronquidos.
En general, para todos aquellos que sufren de insomnio, se recomienda consumir alimentos que contengan la sustancia llamada triptofano, el cual ayuda al cuerpo a producir melatonina, hormona que promueve el sueño. El triptofano lo podemos encontrar en la leche –por lo que el cuento de las abuelitas de tomarse un vaso de leche antes de dormir no es tanto mito- claras de huevo, atún, miel de abeja, pavo.
Por otro lado, muchos alimentos contienen otra sustancia llamada tiramina, la cual causa que se libere otra sustancia que estimula el cerebro y provoca que nos mantengamos despiertos. Los alimentos que la contienen y debemos evitar por las noches son: azúcar, jitomates, queso, carnes frías de cerdo. Y como siempre, hay que evitar la cafeína (café, refrescos, chocolates) y el alcohol que son estimulantes.
Si logran mejorar su alimentación seguramente ya no estarán cantando borreguitos por las noches.